Pues sí, Güelita: envejecer es una mierda.
Porque tú estás ahí tan tranquila viviendo tu vida y mientras tanto pasan los años. ¡Y qué años!
Un día estás jugando en el resbaladero, rompiendo bragas como si nada, porque claro ¿qué va a hacer una niña de 7 años más que romper bragas? ¡Con lo baratas que eran en los años 40, y el montón que tenía cualquier niña de clase baja! Pues a romper bragas se ha dicho, oiga.
Otro día te enamoras, y resulta que os casáis. Tú con 19 vírgenes añinos te vas a Madrid de luna de miel y ni tienes claro cómo, ni por donde va el tema.
Pero tú para alante. Primero viene el nenu, después la nena. Y tu marido, que resulta que es hostelero, coge un bar y ¿qué vas a hacer? Pues lo esperable, atender a los nenos y atender la cocina del bar, y como resulta que para qué te vas a dar de alta en autónomos, oye que eso es muy caro y con uno que esté ya suficiente (él por supuesto). Pues cuando entra algún cliente desconocido, y por lo tanto sospechoso de ser inspector, ¿qué te toca hacer? Saltar por la ventana de la cocina, lo lógico y normal de cualquier cocinera.
Y los años van pasando entre salto y salto de ventana. Y llegan las nietas. Y toca disfrutarlas y enseñarlas a hacer trastadinas pequeñinas, jugar al teatro, jugar al cascayu, comer donetes a escondidas de los padres. Recuerdo cuando me iba sola para el cole y me esperabas a la puerta de tu casa para darme la cucharada de calcio… Ahora entiendo que cada uno cuida a su manera.
Y entre juegos y menús del día. Decidís comprar una caravana. Siempre presumiste de que fuisteis el primer bar de Mieres en cerrar en agosto. Que os “criticaron mucho” decías, pero que “la vida es una”, vaya que sí.
Bar, nietas, camping, rutina. Y se jubila tu marido y tú ¡hala! con 54 añinos, libre. Para el camping toda la temporada, a la playa y a jugar al parchís.
Y un día la nieta mayor dice que marcha a Nueva York, al otro lado del mundo, con lo bien que se está aquí, que resulta que se le quedó pequeña Asturias. Y tú sales en la TPA diciendo que la palabra más guapa del mundo es “Güelita” y que si pudieras hacer cualquier cosa en el mundo, cogerías un avión para ir a ver a la tu nieta que se marchó, pero que no puedes porque te da mucho miedo volar.
Y como ella está lejos y te da mucha pena, Güelito y tú no celebráis vuestro 50 aniversario, hombre claro, porque 50 años sin ella no son 50, ya si eso para los 51. Que sí, que hacéis una comida cuando vuelve pero bah, ya es una comida familiar normal. Ya habrá tiempo para celebraciones más especiales.
Y no lo hay, porque él se pone malín, vendéis la caravana y toca estar en casina, atenderle y en la recta final desear que ya descanse tranquilín porque o descansa él del todo o tú vas a romper de cuidarlo.
Y ocurre y pasamos todos pena pero oye, mejor así.
Y poco a poco vuelves a salir con esos pantalones amarillos y la bombonera a juego y vas al Campus Universitario a jugar al parchís, son todos tan majos los camareros. ¿Dónde va a estar mejor la abuela y su pandilla que en un campus rodeadas de juventud? Pues ahí vas tú.
Y llega la biznieta, “tu alegría de vivir” dices, aunque alegría siempre tuviste tú bastante pero es verdad que esa niña al estilo Shirley Temple (igual que tú de pequeña) ilumina tu mirada y tus ganas de vivir, que al ir perdiendo amigas poco a poco es normal que vayan bajando.
En realidad, todo es normal.
Y llega la pandemia y vaya, se acabó el parchís y la biznieta solo por videollamada. Toca estar en casa. Meses raros, de miedo porque claro ¡íbamos a morir todos si nos dábamos besos y abrazos! Nos lo creímos tanto que costó salir de la mentalidad del virus.
Pero salimos.
Y viniste a casina cuando se pudo salir y compartir amor de nuevo. Y casi no podías andar. Ahí güelitina, fue ahí donde empezaste a envejecer tú. Pero bueno aguantaste mes y medio con nosotros.
Y recuperaste.
¿Recuerdas aquel día que marchaste a dar el paseín con la nena y dejaste el cayado? Yo ya sabía que eso iba a pasar. Qué felices fuimos los cuatro juntinos, los cinco con la perrina.
Y cuando íbamos a pasar una noche fuera de casa, una noche, dijiste que querías dormir en la tuya, pero de repente habías guardado toda tu ropa.
—Guelita, que es solo un día—.
—Bah, nena—.
Y ya quisiste llevarlo todo, vamos que según lo viví yo <<aprovechaste para escaparte a tu casina>>. Donde tú querías estar. En tu casina.
Y ahora, tres años después, llevo meses despidiéndome de tí en silencio cada día, cada día. Y yo sé que no es sano. Dicen que todavía me queda “Güelita para rato”, pero te veo tan mayor, tan viejina, tan Bisa.
Y caíste estos días. Vaya golpe.
Urgencias. Ingreso en el hospital. Análisis. Pruebas. Nueva medicación. Tacatá. Cama de hospital en casa… En tu casina, a la que pronto volverás y a ver cómo nos arreglamos porque ya no puedes estar sola.
¡Ay! güelita, que veo que se nos acaba el tiempo juntas, y no lo gestiono. Miro la libreta que me diste, donde escribiste tu vida para tu biznieta, y aún no he sido capaz de leerla. Y sé que cuando lo haga tendré preguntas. Sé que debería hacerlo pronto. Pero no puedo. Porque veo que se acaba mi tiempo contigo y te amo tanto que no puedo dejarte escapar de nuevo, no puedo dejarte ir. Esta vez, mucho más allá.
Ay, güelita, quédate conmigo, que es que tú siempre estabas ahí, y ahora sé que no vas a estar y he empezado mi duelo antes de tiempo.
Pero no. Lo cambio. Lo intento.
Cambio todo esto por:
Gracias por un día más contigo.
Gracias porque aún estás ahí.
Gracias porque, hoy, todavía puedo cuidar de ti.
Te quiero con toda mi alma
Febrero de 2023
Ariana
*
En julio de ese mismo año te dije que existía este texto.
*
En agosto, un día que ya estábamos llorando abrazadas por una conversación intensa te dije “hoy es el día para leerte tu texto, total ya estás llorando”. Y te encantó, y lloramos más porque las dos sabemos que el tiempo corre rápido en nuestra contra. Pero hoy estamos aquí, yo tengo más tiempo que estos últimos años, y tú eres mi prioridad en él. Para cuidarte sin avasallar, porque todavía sé que eres muy válida, muy útil, y muy necesaria para todos. Hoy estamos juntas disfrutando la una de la otra. Y mañana ya llegará.
*
En septiembre, al fin, sentí que cuando llegue llegará, y estaré bien cuando no estés porque sabré que hice lo que tenía que hacer, que estuve a tu lado, te cuidé y, sobre todo, te disfruté consciente del gran valor de nuestro tiempo juntas.
*
Y hoy, febrero del año 24, justo un año después de escribirlo, aquí lo dejo, al fin me atrevo a compartirlo, con tu permiso por supuesto. La historia aún continúa, porque tú aún sigues conmigo. Hoy me preguntaste que «¿Para qué te quería tanto?» Y yo te contesté que «No haberme cuidado y querido tanto tú». Son las consecuencias de nuestros actos, Güelita 💜.
*


Replica a LucíaP Cancelar la respuesta