Abrió los ojos despertando de su dulce sueño. El autobús acababa de entrar en la ciudad, su ciudad. Tras 20 años de ausencia volvía a su hogar, el único en el que recordaba haberse sentido a salvo alguna vez.
Inmóvil miró por la ventana, no conocía aquella nueva estación. El resto de pasajeros con su mismo destino hicieron una fila para bajar. Lentamente se puso en pie y se incorporó en última posición a la fila de viajeros.
Al bajar los escalones pensó que era importante con qué pie tocara su tierra por primera vez. “Qué tontería” pensó, y simplemente bajó de aquel cubículo en el que había permanecido 12 largas horas.
Mochila en mano, se dirigió a la salida sin saber muy bien a dónde ir. Y allí fuera se sintió abrumada y se sentó en lo que sí conocía:
El banco del quiosco.
Alba se giraba hacia ella ofreciéndole pipas:
—Tía ¿qué si quieres? ¿Qué te pasa? Parece que te has ido de paseo por el universo.
¡Alba! Iré a su casa. Ojalá esté.


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