hoy quiero hablarte de algo importante en nuestras vidas. Algo que nos acompaña a lo largo del camino, o con lo que nos encontramos muchas veces en él.
Hoy, hija mía, quiero hablarte del duelo.
Hay muchos tipos de duelo y, grandes o pequeños, todos merecen ser respetados, acompañados y curados.
¿Recuerdas cuando tu amiguita del cole quería jugar sola y tú querías jugar con ella? Llorabas al contármelo y no entendías por qué “no quería estar contigo”. Poco a poco aceptaste que jugar sola era lo que ella necesitaba, y ahora sabes que no tenía nada que ver contigo, o con nada que tú hubieras hecho, y sí mucho que ver con ella, con su forma de ser, de jugar, incluso de vivir.
Esto que ahora no tiene importancia para ti, fue un duelo en aquel momento, y el tiempo que necesitaste para aceptar que era así también fue un duelo.
Pérdidas así nos ocurren muchas veces. No hay duelo tan pequeño que no merezca su tiempo para ser aceptado y curado.
Eso sí, hay algo muy importante en este proceso, cariño: nunca, nunca te enquistes en el dolor, en tu pérdida.
Llora, acepta y sigue adelante.
Quizás a lo largo del tiempo vuelvas a llorar la misma pérdida, no pasa nada, llorala un poco más si es lo que necesitas. Apoyate en las personas que te queremos, hablar de ello siempre ayuda. Pero solo tú puedes sacarte de tu tristeza.
¿Cómo?
¡Vaya! Difícil pregunta.
Haz cosas que te hagan sentir bien. Crea, baila, dibuja, juega, salta, abraza…
¡Vive!
Solo viviendo tu maravillosa vida se curan los grandes dolores. Dando gracias por lo que sí tenemos, sonriendo y recordando que
“esto también pasará”.


Deja un comentario